Mojácar 1994.
En una Playa cuyo nombre no recuerdo, nos encontrábamos haciendo una barbacoa nocturna, cuando alguien consideró que sería una buena idea darse un baño a las tantas de la madrugada.
He de recordar que, por efecto de la resaca, en las zonas cercanas al agua la arena se había retirado dejando al aire un inmenso mar de rocas y piedrecillas.
Al grito de "todos al agua", emprendimos una carrera hacia la orilla.
Yo me acuerdo que corría junto al Sr. Cuerna, sufriendo los pinchazos de las afiladas piedras en los pies, cuando, majestuosa, una inmensa sombra nos sobrepasó y, tras ella, como una Victoria de Samotracia, una figura cuyos brazos parecían alas y que se alzaba en un vuelo hacie la Libertad.
Por los crueles azares del Destino, la Libertad tornose en pétrea pista de aterrizaje y el Sr. Largo dió con sus huesos en el suelo (Más concretamente pecho y barriga se deslizaron sobre la superficie playera). Quizás por ser un protegido del Ollimpo, resultó casi intacto de un incidente que a cualquiera le hubiera supuesto dejarse la piel en tan áspero terreno.
Pero, los que amamos la poesía, aún recordamos ese vuelo como algo imperecedero, como el paradigma de la belleza y el ansia de alcanzar la Eternidad. ¡Vuela, aguilucho, vuela!