Erase una vez un grupo de seres indefinibles que, celebrando una barbacoa de cumpleaños de uno de ellos (el que suscribe) y ante la nevada que comenzó a caer sobre la hora del medio día, decidieron levantar campamento y llevarse los "bártulos" a la casa del Sr. Uose.
Mientras su abnegada hermana, ante la invasión de gorrones on tour, y para evitar incendios y destrozos varios en la cocina, pasaba por la plancha las chuletas, la banda de energúmenos se reunía en el salón haciendo el cafre, (vamos, lo habitual).
Erase una vez una gata, propiedad de Mr. Uose, arisca como corresponde a su especie, al igual que el mamífero en cuestión, con la que un distraido Sr. Cuerna jugueteaba formando una bella imagen bucólica.
Al mismo tiempo, el Sr. Chiquitín se aproximaba alegre con una enorme fuente de chuletas, prestas para ser devoradas por la masa hambrienta.
En ese momento, la gata decidió apuntarse al festín y lanzar la zarpa hacia la fuente, la cual, por el ataque de terror sufrido por Chiquitín se vió subitamente impulsada por el brazo izquierdo de éste, haciendo un efecto catapulta que arrojó en curva parabólica ascendente las chuletas hacia la, hasta en ese momento sonriente, cara del Sr. Willy.
Por unos momentos, la imagen de un ser con cuerpo humano y una mascarilla de carne humeante y grasienta sobre la cara nos produjo cierto sobresalto. Al poco, tras desprenderse de las chuletas, vimos que se trataba del Sr. Willy, con varios cercos de grasa/aceite sobre el rostro y el cutis más rejuvenecido que nunca.
Durante varios años, el implicado sostuvo que las chuletas no se le quedaron pegadas. Por suerte, no pocos testigos allí presentes podemos afirmar la veracidad de los hechos, tal cual los relato.